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¿Quién es Jesús de Nazaret? Es la figura central del cristianismo y la segunda persona de la Trinidad. La identidad y obra de Jesús son fundamentales para la fe cristiana, ya que su vida, muerte y resurrección representan el clímax del plan de redención de Dios. En el cristianismo, Jesús es más que un profeta o maestro; es el Hijo de Dios, plenamente divino y humano, el Salvador del mundo.
La Preexistencia de Jesús: El Verbo Eterno
La Biblia enseña que Jesús no comenzó a existir en su encarnación, sino que existió eternamente con el Padre antes de la creación del mundo. En Juan 1:1-3, se nos revela: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Este pasaje establece quién es Jesús, el Verbo (o Logos en griego), el cual estaba con Dios desde el principio y que Él mismo es Dios. Además, se le atribuye el acto de la creación, lo que demuestra su plena divinidad.
El concepto de quién es Jesús, como el Verbo eterno, es fundamental para entender su naturaleza divina. No es simplemente una creación de Dios, sino que es coeterno con el Padre, y a través de Él, todas las cosas llegaron a existir. Esta idea es reforzada en Colosenses 1:16-17, donde se dice: “Porque en él fueron creadas todas las cosas… todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten”. La preexistencia de Cristo subraya su papel esencial en el plan de Dios y su identidad como la segunda persona de la Trinidad.
¿Quién es Jesús en el Antiguo Testamento?
Aunque el Nuevo Testamento, particularmente el Evangelio de Juan, habla claramente de la preexistencia de Cristo como el Verbo eterno, hay múltiples indicios en el Antiguo Testamento que señalan la presencia activa de Cristo antes de su encarnación. Uno de los pasajes más relevantes es Miqueas 5:2, que habla de la eternidad del Mesías:
“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.
Este pasaje profetiza no solo el lugar de nacimiento del Mesías, Belén, sino también su preexistencia eterna, ya que el Mesías ha “salido” desde los días de la eternidad.
En Proverbios 8:22-31, el autor describe la sabiduría personificada que estaba presente con Dios durante la creación del mundo. Aunque el pasaje no menciona directamente a Jesús, muchos teólogos cristianos han visto en esta descripción una referencia al Verbo eterno, quien es identificado en el Nuevo Testamento como Jesús (Juan 1:1-3). El Verbo, o la sabiduría de Dios, estaba con Él desde el principio y participó activamente en la creación.
En Daniel 7:13-14, encontramos una visión profética del “Hijo del Hombre” que llega en las nubes del cielo y recibe dominio, gloria y reino de parte del “Anciano de Días” (una referencia a Dios). Esta figura, el Hijo del Hombre, es a quien Jesús se refiere a sí mismo en los Evangelios, lo que indica que Él es el cumplimiento de esta visión. Lo significativo de este pasaje es que el “Hijo del Hombre” es presentado como un ser celestial y preexistente que vendrá a establecer su reino eterno.
La Anunciación de Jesús en el Antiguo Testamento
A lo largo del Antiguo Testamento, se encuentran profecías que anuncian la venida de un Mesías, un Salvador enviado por Dios para redimir a su pueblo. Estas profecías no solo predicen su nacimiento, sino también su naturaleza divina y humana, su misión, y el sufrimiento que experimentaría para cumplir los propósitos de Dios.
El Mesías Prometido: Profecías de su Nacimiento
Una de las profecías más conocidas acerca del nacimiento del Mesías se encuentra en Isaías 7:14, que dice: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Esta profecía es valiosa porque anuncia el nacimiento milagroso de un niño por una virgen, algo que se cumplió en la concepción de Jesús en María, como se narra en Mateo 1:23. El nombre Emanuel significa “Dios con nosotros”, lo que refleja la realidad de que el Mesías sería Dios mismo hecho carne, habitando entre los seres humanos.
Otra profecía importante se encuentra en Génesis 3:15, donde Dios, al hablar a la serpiente en el Jardín del Edén, dice: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Esta profecía, conocida como el Protoevangelio, es la primera referencia al plan de Dios para la redención de la humanidad. Aunque no menciona directamente a Jesús, la referencia a la “simiente” de la mujer que vencerá a la serpiente es interpretada como una referencia al Mesías, quien, aunque herido (en la cruz), destruirá el poder de Satanás y del pecado.
El Mesías como Rey y Salvador
El Antiguo Testamento también predice que el Mesías vendría como un rey, un descendiente de David que gobernaría con justicia y establecería un reino eterno. En Isaías 9:6-7, se dice:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre”.
Este pasaje muestra al Mesías como un rey divino, cuyas características van más allá de un simple líder humano. Los títulos “Dios Fuerte” y “Padre Eterno” indican claramente la naturaleza divina del Mesías.
En el Salmo 2, el Mesías es presentado como el Hijo de Dios, a quien se le ha dado poder para gobernar las naciones: “Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Salmo 2:7-8). Este Salmo anticipa la investidura real del Mesías y su dominio sobre todas las naciones, lo que apunta a la venida de Cristo como el Rey soberano de la creación.
El Mesías Sufriente: Profecías de su Sufrimiento y Muerte
Además de las profecías sobre el reinado del Mesías, el Antiguo Testamento también contiene numerosas profecías que describen el sufrimiento que experimentaría el Mesías. Estas profecías han sido cruciales para los cristianos en la identificación de Jesús como el cumplimiento de las Escrituras, ya que apuntan no solo a su poder, sino también a su sacrificio por el pecado.
Uno de los pasajes más importantes es Isaías 53, donde el profeta describe al “siervo sufriente” que será despreciado y rechazado por los hombres, pero que llevará el pecado de muchos y será herido por nuestras transgresiones. En Isaías 53:4-5, leemos: “Ciertamente, llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores… Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Este pasaje presenta al Mesías como alguien que sufriría de manera vicaria, tomando el lugar de los pecadores para que ellos puedan ser redimidos.
En Zacarías 12:10, se predice que el pueblo de Dios lamentará por “aquel a quien traspasaron”, una referencia profética a la crucifixión de Jesús. En el Nuevo Testamento, Juan 19:37 cita esta profecía después de la crucifixión, identificando a Jesús como aquel que fue traspasado por los pecados de la humanidad.
Lo que se Esperaba del Mesías: Redención y Restauración
Para los judíos del Antiguo Testamento, el Mesías era esperado como el gran redentor de Israel. Esta expectativa se basaba en la promesa de Dios de enviar un salvador que liberaría a su pueblo del pecado, restauraría el reino de David y establecería un reinado de paz y justicia. A lo largo de los siglos, esta esperanza mesiánica fue alimentada por las profecías que apuntaban a la venida de un rey y salvador, quien traería justicia, sanidad y restauración a Israel.
En Jeremías 23:5-6, Dios promete un rey justo del linaje de David: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado”. Este pasaje, junto con otros, muestra que la expectativa no solo era de un Mesías que salvaría espiritualmente a Israel, sino también de un gobernante que establecería justicia política y social.
Las expectativas sobre la venida del Mesías no eran uniformes. Mientras que algunos esperaban a un Mesías guerrero que derrotaría a los enemigos de Israel, otros textos, como Isaías 53, sugieren que el Mesías sufriría y moriría por los pecados del pueblo antes de traer la redención total.
Cumplimiento en Jesús: La Realidad Frente a la Expectativa
Aunque muchas de las expectativas mesiánicas apuntaban a un Mesías que establecería un reino terrenal inmediato, Jesús cumplió estas profecías de manera diferente. En su primera venida, no vino a derrocar imperios políticos, sino a establecer el reino de Dios en los corazones de los hombres y mujeres a través de su muerte sacrificial y resurrección. Jesús mismo afirmó en Juan 18:36: “Mi reino no es de este mundo”.
A través de su vida, muerte y resurrección, Jesús cumplió las profecías del Antiguo Testamento de una manera mucho más profunda y universal de lo que muchos esperaban. Si bien los judíos esperaban una liberación temporal, Jesús trajo una redención eterna, no solo para Israel, sino para toda la humanidad.
La Encarnación: Dios hecho Hombre
Entre los misterios más profundos del cristianismo está la encarnación, el hecho de que Dios se hizo hombre en la persona de Jesús. El Evangelio de Juan 1:14 declara: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. La encarnación es el punto en el que el Verbo eterno, que es Dios, tomó la naturaleza humana sin dejar de ser divino. Jesús, como Dios encarnado, experimentó las limitaciones de la humanidad, incluyendo el hambre, la sed, el cansancio y el dolor, pero sin pecado.
Este evento es fundamental para la fe cristiana porque implica que Dios no es un ser distante que se mantiene alejado de la condición humana. En lugar de eso, en Jesús, Dios entra en la historia humana para redimirla. La carta a los Filipenses 2:6-8 ofrece una descripción teológica de la encarnación: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres… y se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
La encarnación muestra la humildad de Dios, quien, aunque tenía todo el derecho de permanecer en su gloria, eligió hacerse vulnerable por amor a la humanidad. Jesús no dejó de ser Dios al hacerse hombre; mantuvo ambas naturalezas —divina y humana— en una unión perfecta, conocida en la teología cristiana como la unión hipostática.
¿Quién es Jesús en la Biblia?
A lo largo de las Escrituras, Jesús recibe varios títulos que revelan aspectos clave de su identidad y misión. Estos títulos nos ayudan a comprender mejor quién es Jesús y cuál es su papel en el plan de redención de Dios.
- El Hijo de Dios
Uno de los títulos más comunes para Jesús es el de “Hijo de Dios”. En su bautismo, Dios el Padre declara desde el cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Este título subraya la relación especial de Jesús con el Padre y su divinidad. El título “Hijo de Dios” no sugiere que Jesús fue creado, sino que describe su relación eterna con el Padre dentro de la Trinidad. - El Hijo del Hombre
Jesús también se refiere a sí mismo como el “Hijo del Hombre”, un título que enfatiza tanto su humanidad como su rol mesiánico. Este título aparece en el libro de Daniel, donde se describe una figura divina que recibe dominio eterno (Daniel 7:13-14). Al usar este título, Jesús no solo afirma su humanidad, sino también su papel como el Mesías prometido que traerá el reino de Dios. - El Mesías o Cristo
El término “Mesías” (en hebreo) o “Cristo” (en griego) significa “ungido”. Jesús es el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías que vendría a liberar a su pueblo. En Juan 4:25-26, Jesús confirma su identidad mesiánica a la mujer samaritana: “Sé que el Mesías ha de venir, llamado el Cristo; cuando él venga, nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo”. - El Cordero de Dios
Juan el Bautista lo llamó “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), refiriéndose a su papel sacrificial. Este título conecta a Jesús con los sacrificios del Antiguo Testamento, particularmente el sacrificio del cordero en la Pascua judía, y señala que su muerte en la cruz será el medio por el cual se ofrecerá el perdón de los pecados. - El Señor
En el Nuevo Testamento, Jesús es frecuentemente llamado “Señor” (Kyrios en griego), un título que no solo indica respeto, sino que también afirma su divinidad. En Filipenses 2:9-11, Pablo escribe que “Dios lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla… y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor”. Este título muestra que Jesús no solo es el Salvador, sino el soberano del universo.
La Misión Redentora de Jesús
El propósito central de la encarnación de Jesús fue llevar a cabo el plan de redención de Dios. La Biblia enseña que la humanidad estaba separada de Dios debido al pecado (Romanos 3:23) y que la única forma de restaurar esa relación era mediante un sacrificio perfecto. Jesús vino a ofrecerse a sí mismo como ese sacrificio.
La muerte en la cruz
La crucifixión de Jesús es el punto culminante de su misión redentora. En Isaías 53, el profeta describe al “siervo sufriente”, quien cargaría con las iniquidades de su pueblo. Este pasaje se cumple en Jesús, quien es entregado para morir en la cruz como expiación por los pecados de la humanidad. 1 Pedro 2:24 dice: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.
La muerte de Jesús no fue una tragedia inesperada, sino el cumplimiento de la voluntad de Dios para la salvación de los seres humanos. Juan 10:18 revela que Jesús entregó su vida voluntariamente: “Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”.
La resurrección
La resurrección de Jesús es la evidencia de su divinidad y la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. En 1 Corintios 15:3-4, Pablo declara que la resurrección es un aspecto esencial del evangelio: “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día”. La resurrección no solo valida la obra redentora de Jesús, sino que garantiza la esperanza de vida eterna para todos los creyentes.
En su resurrección, Jesús inaugura un nuevo reino y ofrece a sus seguidores la promesa de la vida eterna. Juan 11:25-26, nos dice quién es Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”.
¿Quién es Jesús con Relación al Padre y el Espíritu Santo?
Dentro de la Trinidad, Jesús tiene una relación única con el Padre y el Espíritu Santo. Esta relación es clave para entender el papel de quién es Jesús en el plan de Dios.
- Relación con el Padre
Jesús se refiere frecuentemente a Dios como “mi Padre”, lo que destaca su relación íntima y única con el Padre. En Juan 5:19, Jesús dice: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Aquí, Jesús subraya la perfecta unidad entre Él y el Padre, tanto en acción como en voluntad. Jesús obedece perfectamente al Padre y cumple su plan de redención. - Relación con el Espíritu Santo
El Espíritu Santo desempeña un papel importante en la vida y ministerio de Jesús. Fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de María (Mateo 1:18) y, después de su bautismo, el Espíritu descendió sobre Él en forma de paloma (Mateo 3:16). Jesús también prometió enviar el Espíritu Santo a sus seguidores después de su ascensión al cielo, refiriéndose al Espíritu como “el Consolador” que guiará a los creyentes a toda verdad (Juan 16:7-13).
La relación entre Jesús y el Espíritu Santo es una relación de cooperación en el plan de Dios. El Espíritu Santo actúa como el poder que capacita a Jesús para cumplir su misión y continúa su obra en el mundo a través de los creyentes.
¿Quién es Jesús según otras religiones?
Aunque Jesús es una figura importante en otras religiones, la comprensión cristiana de Jesús es única.
¿Quién es Jesús para el Islam?
En el Islam, Jesús (Isa) es considerado uno de los profetas más grandes, pero no es visto como el Hijo de Dios ni como divino. El Corán enseña que Jesús fue un enviado de Dios, nació de la virgen María y realizó milagros, pero niega su crucifixión y resurrección, afirmando que Jesús fue llevado al cielo sin haber muerto. En Sura 4:157-158, se dice: “Y por haber dicho:Matamos al Mesías, Jesús, hijo de María, el Mensajero de Dios, cuando en realidad no lo mataron ni lo crucificaron, sino que les pareció haberlo hecho”.
Para el islam, Jesús es un profeta importante, pero inferior a Mahoma, quien es considerado el sello de los profetas. La creencia en la divinidad de Jesús es rechazada como shirk (asociar a alguien con Dios), lo que es considerado el pecado más grave en el Islam.
¿Quién es Jesús para el Judaísmo?
El judaísmo no reconoce a Jesús como el Mesías ni como el Hijo de Dios. Aunque algunos judíos pueden considerar a Jesús como un maestro moral o incluso un profeta, la mayoría del judaísmo ortodoxo rechaza las afirmaciones cristianas sobre su resurrección y divinidad. Para los judíos, el Mesías aún no ha venido, y las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías no se cumplieron en Jesús, ya que no estableció un reino terrenal ni trajo paz mundial.
¿Quién es Jesús para el Hinduismo y otras religiones?
En el hinduismo, Jesús puede ser visto como un maestro espiritual o un avatar (una encarnación de lo divino), pero no es considerado único ni necesario para la salvación. El hinduismo permite una gran flexibilidad en la adoración y tiene una visión pluralista de la divinidad, lo que significa que Jesús es solo una manifestación entre muchas de lo divino.
Jesús, el Salvador y Señor
Ante la pregunta de quién es Jesús, podemos afirmar con certeza que es la figura central del cristianismo, plenamente Dios y plenamente hombre, el único mediador entre Dios y la humanidad. Su vida, muerte y resurrección representan el corazón del evangelio cristiano, y su misión redentora es el medio por el cual los seres humanos pueden reconciliarse con Dios. A través de Jesús, Dios se revela plenamente, no solo como Creador y Juez, sino como un Salvador amoroso que está dispuesto a dar su vida por sus amigos.
En contraste con otras religiones, el cristianismo enseña que Jesús no es solo un profeta o maestro, sino el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, y el Señor resucitado que gobernará sobre toda la creación. Como tal, la fe cristiana se centra en Jesús como la única esperanza de salvación y el único camino hacia una relación plena con Dios.